Martes por la mañana. Tras darle muchas vueltas al asunto, por fin decide enviar una importante propuesta por correo electrónico a un conocido. De esta cyber misiva depende, en parte, su futuro profesional, así que espera ansiosamente la respuesta. Sin embargo, pasan las horas y ésta no llega. La ansiedad crece por momentos. ¿Le habrá llegado el correo?; ¿estará de vacaciones?; o, peor aún, ¿le habrá parecido una barbaridad la propuesta?
Silencio absoluto al otro lado del cable de red. El asunto ahora ya le obsesiona, y comprueba la bandeja de entrada cada pocos minutos. Cuando ya no puede soportarlo más, decide dar un paso desesperado y telefonea a su interlocutor. “¡Ah sí! Ya vi tu correo pero lo he rebotado a mi jefe porque a él le interesa más este asunto”, contesta indiferente el aludido. Nuestro protagonista nada ahora entre el alivio y la indignación: ¿Tanto costaba responder un lacónico “recibido”? No crean que el ejemplo es anecdótico: no responder a los correos genera problemas colaterales en el ámbito laboral y es la fuente de muchos conflictos personales.
“La gente se siente ignorada”
Un simple ‘ok’ puede delimitar la frontera entre el caos y la tranquilidad. Sin embargo, el silencio como respuesta en un correo electrónico tiene muchas más consecuencias que las que inicialmente se pudiera imaginar. Posiblemente sea en el terreno personal donde este pequeño acto de desidia o descortesía pueda tener más impacto: “la gente se siente ignorada”, afirma Judith Kallos, experta en netiqueta o las buenas maneras en la Red. Salvando las distancias, una no respuesta a un correo electrónico equivaldría a dirigirse de viva voz a alguien y que esta persona ni siquiera levantara la cabeza para atender su mensaje. En el terreno del e-mail el asunto empeora, puesto que además, ni siquiera se cuenta con la posibilidad de ver físicamente a la otra persona, y en ese punto se desatan los pensamientos negativos que pueden convertirse en obsesivos. Pero esta falta de respuesta también puede suponer una rémora en la productividad: el remitente espera una respuesta, en muchas ocasiones urgente, a su misiva para poder continuar con un proyecto determinado. Está mano sobre mano esperando mientras su interlocutor posiblemente haya leído el correo y siga a lo suyo sin dar acuse de recibo.
¿Por qué no respondemos a los correos? Como cabría imaginar, no hay un único motivo detrás de esta conducta. No siempre son causas directamente atribuibles a la actitud del destinatario: en muchas ocasiones el correo acaba en la bandeja de spam o bien simplemente, no llega (aunque no le recomendamos que emplee este caso como excusa). También es posible que la cuenta de correo esté tan saturada de mails que puede que el nuestro sea una simple mancha negra más entre centenares de ellos. En ocasiones, hay que considerar también el error humano ¿quién no ha borrado con el móvil un correo involuntariamente? Sin embargo, entre los que reciben y no contestan también hay todo un abanico de situaciones: la desidia, por descontado, pero también la estructura de prioridades del receptor (puede que nuestro correo implique una acción por su parte que en ese momento no puede asumir).
Pero hay más, mucho más, detrás de este controvertido comportamiento. Diversos estudios dibujan el perfil de los usuarios y su actitud ante el correo electrónico. Los hay que consideran el e-mail como un elemento más de estrés en su ya cargada jornada laboral. No espere una respuesta inmediata de ellos, o directamente, no la espere. Pese a todo, no crean que con responder a los correos se acaba con el impacto emocional de los mismos: un curioso estudio llevado a cabo por AOL describió los diferentes perfiles de los usuarios del mail y nos quedamos con el más irritante, bautizado como “críptico”. Este tipo de usuarios hacen del ahorro en sus respuestas un asunto prioritario. Cuantas menos letras, mejor. Y por supuesto, sin saludo ni despedida.
[Via ElConfidencial]