Internet y las redes sociales, el acceso a la tecnología y la crisis económica fomentan la proliferación de iniciativas que se basan en el aprovechamiento de los recursos en desuso.
bcn
Cuando internet y el acceso a las nuevas tecnologías conectan a las personas, viejas prácticas como el trueque, el intercambio o el préstamo, que antes se hacían a pequeña escala, se extienden hasta alcanzar niveles masivos. Las iniciativas de consumo colaborativo, que se basan en la idea de compartir o aprovechar los recursos que están en desuso, surgen como una alternativa a la economía tradicional. Su filosofía parte de la idea que la satisfacción no proviene de poseer bienes, sino de tener acceso a ellos.
La popularidad de estas iniciativas y negocios provoca malestar cuando choca con algunos sectores que ven su nicho de mercado amenazado. Es el caso de las quejas de los taxistas sobre la aplicación Uber, que pone en contacto a conductores particulares y pasajeros; o de la petición de la patronal de autobuses Fenebús de cerrar BlaBlaCar, una plataforma donde los usuarios pueden compartir los gastos de los viajes en coche. Por otra parte, las administraciones, que escuchan sus quejas, están tomando medidas al respecto. Por ejemplo, la ciudad de Nueva York ha llevado a los tribunales a AirBnb, la empresa que facilita el alquiler de habitaciones y apartamentos entre particulares.
El aumento de esta preocupación va acompañado del auge que están experimentando estas plataformas. Como propone el responsable de la página consumocolaborativo.com, Albert Cañigueral, estamos ante un “renacimiento”, que surge de una crisis de confianza: “La confianza con las grandes instituciones, bancos, empresas, etc., la estamos redistribuyendo a través de estas plataformas”.
Es en esta construcción de la confianza, que abre la posibilidad de compartir con personas desconocidas, donde internet y las redes sociales juegan un papel fundamental. Gracias a estas herramientas los internautas obtienen más información sobre las personas porque facilitan el conocimiento de su reputación online. Existe la posibilidad de acceder a comentarios de opinión, a fotografías, etc., o, incluso, de saber si se tienen amigos en común en Facebook, como incorpora la plataforma AirBnb en sus búsquedas a través de las llamadas “conexiones sociales”.
El Country Manager de BlaBlaCar para España, Vincent Rosso, afirma que “el grado de confianza en las comunidades online es mayor que la que se tiene con los vecinos”. En este sentido, cuán más completo es el perfil del usuario en la web de esta empresa mayor es la confianza que inspira.
“El valor de estas iniciativas es que al final hay personas detrás, lo que se traduce a una calidad y involucración mucho más humana”, comenta la responsable de contenido de Trip4Real, Anna Cañadell. Esta plataforma pone en contacto a gente local que quiera compartir aficiones y ofrecer actividades a viajeros nacionales e internacionales. En la transacción, la empresa se queda un 18% de comisión.
Existen, no obstante, propuestas donde apenas hay beneficio económico para las plataformas intermediarias o, incluso, no lo hay en absoluto. Los bancos de tiempo, más de 300 en España según la asociación que vela por su desarrollo, son un referente del intercambio de servicios sin transacción de dinero por el medio. En esta línea opera también ropadona.com, donde las usuarias intercambian prendas de vestir que ya no usan; o la web Nolotiro.org, en la que directamente se regalan objetos de segunda mano. En Compartoy facilitan el préstamo de juguetes y libros entre particulares por un período de dos meses y por tarifas que van de los 9 a los 25 euros por pack.
Trip4Real, ganadora del concurso Urban Lab, ha empezado a colaborar recientemente con AirBnb para ofrecer actividades a los usuarios que reserven en Barcelona. Por otro lado, ha recibido el soporte de inversores como el chef Ferran Adrià y los publicistas Toni Segarra y Luis Cuesta.
Las inversiones que reciben estos negocios basados en la idea del consumo colaborativo afianzan el modelo. Google invirtió el año pasado más de 250 millones de dólares en la aplicación Uber. Otro ejemplo, más local, es el de la firma catalana Kantox, que cerraba una ronda de financiación de 6,4 millones de euros en febrero. Esta plataforma se dedica al intercambio de divisas entre empresas sin intermediación bancaria y surge como una alternativa a las altas comisiones que los bancos cargan en este tipo de operaciones. Sus cambios aplican entre el 0,09% y el 0,29% de comisión.
Trocobuy nace también en este sector, pero en el ámbito de la financiación. Se trata de una plataforma que funciona como un mercado online donde operan empresas, autónomos y emprendedores. “Es un mercado que cuenta con su propio sistema de financiación – explica el director ejecutivo de la empresa, César Canedo–. Una empresa que quiera entrar a operar cuenta con un crédito de 3.000 hasta 300.000 euros para comprar a cualquier otra de las empresas o autónomos que están operando en Trocobuy. El préstamo, en vez de devolverlo en efectivo, lo devuelven vendiendo sus productos o servicios al resto de usuarios del sistema”.
Con 8.000 usuarios y un total de crédito concedido de unos 60 millones de euros en un año, la empresa coruñesa se postula como un “complemento al mercado tradicional y una alternativa a la banca” –afirma Canedo–, con un modelo de financiación empresarial no bancaria, que está replicando en otros países como Portugal, Reino Unido y Rusia. “Estamos en crisis y la gente busca maneras alternativas de hacer negocio. Antes, por comodidad, no nos lo planteábamos. Ahora abrimos más los ojos a otras formas que se parecen poco a las tradicionales. No es que sean más válidas ahora, pero sí que tienen más repercusión o se tienen más en consideración”, concluye el representante de Trocobuy.

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