Desde hace siglos las personas se unen para conectar entre ellas, en bares, eventos e incluso en la plaza del pueblo, donde es frecuente ver, por ejemplo, a varias señores cotilleando sobre la obra que está haciendo la vecina en su casa. En este sentido, las redes sociales no han hecho más que proporcionar un soporte digital en el que establecer esas conexiones. Han dado la posibilidad de conectar personas de forma más sencilla, con menos limites (ubicación, horario, clase social…) y con una facilidad para crear contenido que nunca antes había existido. Permite hasta poder interactuar con personajes populares y famosos.

Las redes sociales por lo tanto, cubren distintas necesidades del individuo: comunicarse con otras personas, mostrar un estatus social, encontrar pareja o trabajo y cualquier otra que impulse a una persona a crear un perfil y comenzar a elaborar contenidos y a entablar relaciones con otras personas en alguna plataforma. De hecho, existen estudios sobre las principales actividades que realizan las personas en las redes sociales.

Curiosamente las dos principales actividades no tienen nada que ver con la interacción, sino con el cotilleo. Como vemos, las redes sociales son un fiel reflejo de nuestra sociedad.

Entonces, ¿por qué hablamos de nosotros mismos?. Según un estudio publicado en el 2012, lo hacemos porque tenemos mucho ego. La dopamina, una parte importante de nuestro cerebro que se excita antes las perspectivas del beneficio personal, es la culpable. Compartimos y creamos contenido porque creemos que nos posicionará frente a los demás. Esto explica por qué compartimos algo que ya nos hizo reír, una oferta importante, el plato que nos hemos cocinado o comido e, incluso, por qué nos reconforta ver el número de interacciones que nuestro contenido está recibiendo. Esa sensación de felicidad que nos invade la provoca la dopamina. Este post es culpa suya.

Las redes han crecido por prescripción, por invitación entre amigos para conectar en una plataforma  en la que podrían hacer cosas que hasta ahora no eran tan sencillas. En su día, Hotmail creció así (en su firma indicada que era un correo gratuito y que cualquiera podía darse de alta), las principales redes de la actualidad lo han hecho igual. Todas, todas incluyen una opción de invitar a amigos.

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Las redes nunca han sido ajenas a esto. Preguntas como ¿que estás haciendo? o ¿dónde estás?, han ayudado a crecer a estas plataformas. A día de hoy, en España estamos viviendo un momento muy dulce para estas redes. Algunas como Facebook, ya casi no experimentan crecimiento, cuentan con casi todo su publico objetivo con un perfil más o menos activo. De hecho al iniciar el 2018 de mi entorno más cercano solo conozco una persona (con edad de tenerlo) que no tenga Facebook.

Pero, ¿por qué una red cuya principal diferencia es el estado sentimental u otra en la que sólo decimos lo que estamos haciendo tienen tanto éxito?

Pronto un nuevo post con la continuación.
Por Melchor Sáez de LaAnet

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