Como cada mañana, quizá con el café en la mano, usted se conecta a Twitter. Mientras intercambia mensajes con sus amigos repara en algo extraño. Uno de ellos, que ayer apenas contaba con 400 seguidores, ahora pasa de los 10.000. No ha salido en televisión; su nombre no abre los periódicos; ni siquiera puede ser confundido con un famoso. ¿Le suena familiar esta historia? ¿Quiere saber lo que ha sucedido?
Introduzca el nombre de usuario del investigado en esta web y compruebe los porcentajes. Es un sistema que examina la actividad de los ‘followers’ de una cuenta. Después los clasifica entre los ‘buenos’ (los que interactúan), los inactivos (pasan meses sin conectarse) y los ‘falsos’ (ni se conectan ni tuitean nunca). Si el sumatorio de las columnas ‘falsos’ e ‘inactivos’ supera a la de ‘buenos’… es que algo ha sucedido.
La compra de seguidores es un fenómeno tan en boga que de ninguna manera se puede hablar de secreto. Basta con una sencilla búsqueda en Twitter para descubrir que la oferta de popularidad online es amplia y variada. Engordar la lista de seguidores en mil sale por menos de 20 euros. Sumar 10.000, en torno a los 280. Existen cientos de webs que ofrecen estos servicios, tanto para Twitter como para Facebook, y es raro el personaje popular que no ha recurrido a ellas en algún momento.
El liderazgo tiene un precio
Lady Gaga no solo es la reina del pop. También lo es de las redes sociales. Su perfil acumula 28,7 millones de seguidores, una cifra que nadie es capaz de igualar. No obstante, solo el 29% de ellos son personas reales. El otro 71% se compone de perfiles falsos (27%) o de cuentas que no se dejan ver por Twitter (44%). Conforman una masa inerte, adquirida a base de talonario, indispensable para que la cantante inglesa siga encabezando las listas de popularidad.
“La compra de seguidores se ha generalizado. Lo hacen todas las marcas, casi todos los políticos y, últimamente, un gran número de profesionales. La cifra de ‘followers’ real de algunos perfiles está por debajo del 10%”, explica a El Confidencial un experto en reputación online.
En efecto, la mayoría de famosos que ‘tuitean’ en español presentan un alto volumen de ‘fantasmas’. La lista de ejemplos es interminable:
– De los 1,2 millones que siguen al actor Santiago Segura, solo 440.000 muestan actividad en la red social. ACTUALIZACIÓN: Segura se ha puesto en contacto con el redactor para indicar que “jamás” ha comprado ‘followers’. Duda, además, de la credibilidad de la aplicación dado que otras cuentas populares presentan porcentajes similares de usuarios ‘inactivos’ y ‘falsos’. Lo atribuye al fenómeno del ‘spam’, muy habitual en los perfiles de ‘tuiteros’ famosos. Más allá de los datos que arroja la aplicación Fake Follower Check, no existe otro motivo para dudar de la veracidad de su versión.
– Mariano Rajoy es uno de los políticos más populares en Twitter, pero más de la mitad de los que le leen (59%) responden a cuentas falsas o inactivas.
– Uno de los casos más flagrantes es el del cantante Alejandro Sanz: apenas el 16% de sus 6,8 millones de ‘followers’ son reales, mientras que un 38% son cuentas creadas expresamente para engordar sus cifras. Como puede comprobarse en la imagen inferior, la empresa que le suministra los seguidores ni siquiera se ha tomado la molestia de incluir una imagen o enviar un solo ‘tuit’ para guardar las apariencias.
Efectos indeseados
El fenómeno de los ‘perfiles hormonados’ ha llegado ya hasta la campaña presidencial norteamericana. A finales de julio el republicano Mitt Romney era acusado de comprar seguidores después de que un fin de semana éstos crecieran en 130.000. Las elecciones se acercan y el ex senador de Massachussets tomó un atajo para acercarse a un Obama que decuplica su número de ‘followers’.
La respuesta no se demoró más de un mes, y ayer mismo el entorno del republicano filtraba a la prensa que 14 de los 18 millones que siguen al presidente de Estados Unidos podrían ser falsos. “En política hay que tener especial cuidado. ¿Solo el 20% de los seguidores de Obama son legítimos? Es como pagar para alterar los datos de un sondeo de voto. Es una estafa legal, y eso no gusta a los votantes, sobre todo a los más jóvenes y activos en las redes sociales. Pero al final, cuando los medios comparen los perfiles de Twitter de los candidatos, quedará en el subconsciente colectivo que Obama es mucho más popular que Romney”, concluye el experto en comunicación.
[Via ElConfidencial]